Historia

Historia

En la parte occidental del Aljarafe, donde la comarca se funde con el Condado de Huelva y con el Campo de Tejada, descansa Carrión. Quienquiera que pase por la Autopista del V Centenario podrá apreciar claramente, mirando al valle del Alcarayón, del que recibió el nombre árabe, el caserío blanco de Carrión.

Lleva el pueblo también en su nombre el rastro de sus últimos señores feudales, los marqueses de Céspedes, puesto que D. Gonzalo de Céspedes, caballero veinticuatro del concejo de Sevilla, compró el señorío del entonces Carrión de los Ajos al rey Felipe II en 1576. La villa tuvo su origen en una alquería árabe, como tantos otros casos en el Aljarafe, comarca muy poblada desde antiguo por su riqueza agrícola y su cercanía a Sevilla, a la que proveía con productos de sus campos, y de la que dependía ya de forma muy directa. Aunque es poco lo que podemos saber de aquella hacienda islámica que daría lugar a la villa de Carrión, los testimonios históricos son unánimes al evocar a un Aljarafe edénico, lleno de huertas, de viñas y de sus célebres olivares. De la enorme importancia del agua y del regadío en el Aljarafe islámico nos ha quedado el vestigio en Carrión de un antiguo molino hidráulico, que aprovechaba la corriente del Alcarayón.

Conquistada Sevilla por Fernando III, Carrión fue adjudicada a la Orden Militar de Calatrava por su hijo el rey Sabio en el 1253, y por ello ostentó su primer nombre castellano Carrión de Calatrava. Sin embargo, la situación de la alquería en esta época de guerra e inseguridad no debió ser muy boyante, y no volvemos a encontrar noticias de ella hasta casi un siglo después, cuando convertida en Carrión de los Ajos, viene a ser poblada por campesinos procedentes de Utrera y de las vecinas Castilleja del Campo y Huévar. Y así, siendo una pequeña aldea señorial del Aljarafe, va Carrión de los Ajos a pasar efímeramente a manos de la Corona, cuando los Reyes Católicos se anexionaron en 1501 los señoríos de las Órdenes Militares, hasta adquirir su actual “apellido” cuando, como ya se ha dicho, el biznieto de Isabel I vendió el pequeño señorío a D. Gonzalo de Céspedes. 

El Antiguo Régimen se prolongó de manera inusitada en una villa que, a pesar de todas las limitaciones y de su pequeño término, iba creciendo hasta alcanzar y superar en número de habitantes a la mayoría de los pueblos vecinos. Hubo que esperar a la obra democratizadora del Sexenio Revolucionario (1868-1874) para que los señores en lo terrenal y en lo espiritual de Carrión perdieran definitivamente su anacrónica jurisdicción sobre este pueblo de la Andalucía profunda que, de esta forma, recibía la abolición de los últimos restos del feudalismo casi un siglo después de la Revolución Francesa.

El nuevo municipio de Carrión, heredero de la antigua y casi despoblada alquería musulmana, vio con angustia cómo era precisamente el crecimiento de su población, que solo era superada en las cercanías por la de Pilas a principios de este siglo, el principal problema a la que se enfrentaba. La dramática historia contemporánea en el campo andaluz, con la cuestión de la tierra en primer plano, tuvo en Carrión un capítulo especialmente lastimoso, dada la escasísima extensión de su término municipal. 

Una dura historia de caciques y agitaciones campesinas, de breves respiros democráticos entre decádas de regímenes autoritarios, condujeron al gran desastre de nuestra guerra civil. Después de ella, la población de Carrión inició un camino inverso a la pujanza que había llevado el número de los carrioneros a superar ampliamente las tres mil personas. Gran importancia en el declive demográfico del pueblo lo tiene el doloroso fenómeno de la emigración, como pueden atestiguar tantas familias carrioneras asentadas en Cataluña, y otros muchos lugares de España y el extranjero.